jueves, 12 de julio de 2007

Política y sexualidad

Hace un tiempo leí sobre el caso Germiny, un caso judicial que ocurrió en Francia en 1876 y que muestra bien como era la situación de los políticos homosexuales hace unas décadas.
El 6 de diciembre de 1876 el diputado católico Eugene de Germiny de 35 años deja a su esposa en su casa a las 22: 30 y parte a hacer su habitual paseo nocturno. Caminaba por los Campos Eliseos, en donde existían una serie de baños públicos. Esa noche, la división moralidad de la policía estaba esperando en uno de los baños, el más cerano a un famoso bar de la época. Según los relatos de la policía, a las 22:40, el Conde de Germiny entra a uno de los baños, mira discretamente a su alrededor y sale y vuelve a entrar nuevamente. A las 23, entra un jovencito, afeminado, de 18 años, que después se sabrá que se llama Pierre Chouart, hacen un par de movimientos que la policía conoce bien, y se juntan en la oscuridad. Unos minutos después, la policía los arresta. Germiny trata de resistir al arresto y es encarcelado.
La esposa, al mismo tiempo, se despierta a la noche, y al no ver a su marido se preocupa y va a la casa de su madre. Las dos mujeres, finalmente, deciden, a la mañana siguiente, dirigirse a la comisaría en donde el policía que las atiende no se atreve a decirles nada.
Al mismo tiempo, la noticia se propaga en todos los diarios y antes del mediodía todo París está enterado y unas horas despúes toda Francia.
Esta noticia se da en un contexto político muy particular en Francia. Desde 1870 el país vivía bajo un sistema republicano. Pero el sistema todavía no estaba consolidado. Por un lado, estaban los aristócratas que querían que se volviera a una monarquía. Al mismo tiempo, la Asamblea Nacional, estaba dividida en dos grandes fracciones: los católicos y los anticlericales. Estos grupos se debatían entre la separación de la iglesia y el Estado o un Estado católico.
La familia del diputado, escandalizada, intenta ofrecer dinero a los medios de comunicación para que acallen la noticia. Actúan como era costumbre que actuaran las familias en las que había un hijo homosexual. Estos era, generalmente, víctimas de los chantajistas que extorcionaban a las familias, amenazándolos de denunciarlos, lo que podía acarrear que perdieran el empleo y la consideración social de toda la familia. Pero el caso era demasiado grande para poder acallarlo tan fácilmente.
La familia intenta entonces la otra solución que se usaba en la época, la de decir que la persona estaba loca y así salvar el honor de la familia. En este caso, era muy difícil porque el Conde de Germiny era un miembro importante del partido católico y de haberlo declarado loco, se manchaba el honor de todo el partido y sobre todo de sus compañeros de bancada, que iban a tener que explicar por qué no se habían dado cuenta.
El 23 de diciembre se incia el juicio contra Germiny. Los arrestos de la división moralidad de la policía eran llevados ante el juez correccional. En su defensa, Germiny dijo que, habiendo recibido denuncias como diputado del maltrato de la policía de costumbres, había decidido ir a ver, por sus propios ojos, cuanto de cierto había en las denuncias. La prensa se hizo un festín, sobre todo porque en el juicio tuvieron que declarar, el interesado, el chico de 18 años y los policías que actuaron en el arresto. Finalmente, el tribunal decidió condenar a Germiny a dos meses de cárcel y a 200 francos de multa y a Chouard a 100 francos de multa y 15 días de arresto.
En las elecciones siguientes, Germiny no se presentó. Chouard, por su lado, aparece en la lista de homosexuales arrestados en varias ocasiones en los años siguientes. En cuanto a Germiny, en 1886 se va de Francia y se viene a vivir a la Argentina en donde muere a los 56 años, en 1898.
Este caso es interesante porque habla de una institución de la que ahora se habla poco pero que existió también en Argentina durante décadas. Era la policía de costumbres. Esta división de la policía se encargaba de vigilar la moralidad de la población. Para eso, vestía a policía de civil y los sacaba a la calle en donde se levantaban a los gays que pasaban por ahí. Cuando iban a un baño público y se desnudaban, los arrestaban en nombre de la moral pública. En nuestro país, era, además una forma de sacarle plata a los gays ya que muchos preferían pagar antes que ser arrestados y tener un expediente en la policía. De hecho, la policía se encargaba de hacer listas de homosexuales. Querían saber quienes eran gays y tenerlo asentado. Recordemos que esto se da en un contexto donde no había lugares en donde salir y conocer gente. La única manera de tener sexo era ir a las llamadas teteras, que eran baños públicos en donde se juntaban los gays.

viernes, 6 de julio de 2007

Artículo interesante del diario.


RadarDomingo, 01 de Julio de 2007
La banda de los travestis ladrones

Con faldas y a lo loco
Protegidos por la sofisticación del art nouveau, cuyas prendas resultaban en vaporosos vestidos que ocultaban las formas, muchos hombres se vistieron de mujer para robar y estafar en la Buenos Aires de las primeras década del siglo XX. Falsas viudas, damas que se apodaban “la choricera”, noches en el Rosedal (ya entonces) y rápidos hurtos en el tranvía: así los conservó el mito, y Juan José de Soiza Reilly los llamó “Evas hombrunas”. Algunos de ellos eran homosexuales: sus aventuras criminales y sus biografías y perfiles a cargo de higienistas constituyen uno de los primeros registros de vida gay en la ciudad. Esta es su historia.

Por Sergio Nuñez y Ariel Idez
El número de Fray Mocho del 7 de Junio de 1912, en el que Juan José de Soiza Reilly escribió sobre esta banda de “Evas hombrunas”.
“Se valen de su aspecto afeminado para explotar la ingenua vanidad de los tenorios de la campaña. Su procedimiento es sencillísimo. Se visten de mujer con elegancia. Hasta con chic. Transitan por las calles oscuras. Ven llegar a un incauto. Se le acercan. Le dicen que se han extraviado del hogar: ‘Estoy perdida, señor. Usted, que parece un caballero tan amable y distinguido, ¿por qué no me acompaña? Tengo miedo. Soy viuda’. En lo más profundo de cada caballero se oculta un sinvergüenza. ‘Con gusto la acompañaré, señora’, le contesta. Y la acompaña. Suben a un coche. Y mientras la falsa dama dulcemente solloza y suspira, le roba a su tenorio la cartera. Después, el donjuán se queja a la familia o a un agente: ‘Me han robado en el tranvía’, dice.”
Así retrataba una nota de la revista Fray Mocho del 7 de junio de 1912 el accionar de una tan temible como pintoresca banda de delincuentes que conmovió a Buenos Aires en los albores del siglo XX: los travestis ladrones.
Unico documento de la época que dio cuenta de su existencia y hasta aquí sólo desempolvado en algún casi inhallable artículo de Juan José Sebreli sobre la homosexualidad en la Argentina, la añosa crónica de Juan José de Soiza Reilly revelaba otro dato llamativo: según información policial, el grupo estaba conformado por nada menos que tres mil varones, cifra que comparada con las del censo más próximo a la nota –1914– permite estimar que sus integrantes representaban cerca del 0,5 por ciento de la población masculina porteña de aquel entonces.
Estos amigos de lo ajeno sólo atentaban contra las pertenencias de sus víctimas, nunca contra sus vidas, aunque más de uno fue detenido por portar armas que jamás usaban. “El peligro que ofrecen reside únicamente en su astucia, en su pillería, en su falta de sentido moral, en su afición al robo. Son en verdad temibles...”, confirmaba el autor de la nota.
Los ladrones travestis hicieron su aparición al amparo de la suntuosa pero complicada moda art nouveau que les permitía ocultar fácilmente su verdadero sexo, y en medio de una ciudad que perdía raudamente su tradicional aspecto aldeano. Un claro ejemplo de esa transformación fue la apertura en 1894 de la Avenida de Mayo, justamente uno de sus sitios preferidos para salir a “plumiar” o de levante. Muy cerca del principal punto de “yiro” homosexual: los jardines del Paseo 9 de Julio, el espacio verde que separaba la Recova de la actual avenida Leandro N. Alem y el río.
Avezados conocedores de la calle, cuando aparecía algún agente, subían al carruaje de un conductor al que tenían como cómplice, daban una vuelta a la cuadra y luego se alejaban en uno de los modernos tranways eléctricos inaugurados en 1897.
Sus presas favoritas eran los forasteros y los hacendados. El nombre genérico para denominar a la víctima era “gil” o “vichenzo”, aunque eso variaba según el estrato social. Si era un obrero, lo llamaban “chongo”, y si tenía aspecto distinguido, “bacán a la gurda” o “bacanazo”. A la billetera le decían “música”; a los pesos, “gabrieles”; a la cadena, “marroca”; al alfiler de corbata, “farfalla”; al reloj, “bobo”; y si era de oro, “bobo de polenta”.
Para De Soiza Reilly, la mayoría de los travestis ladrones eran finos y cultos, adoraban la música, la poesía, las flores y la costura, y “más que tipos de cárcel”, eran “cerebros de manicomio o de hospital”. Cuando se los detenía, “lloraban como niñas” y, entre llantos, declaraban trabajar de peinador de damas. Pero en verdad conformaban una auténtica cofradía que se protegía mutuamente, formando sociedades y organizando bailes en burdeles a los que también acudían algunos “niños bien” deseosos de nuevas experiencias, y donde los miembros de la banda se adjudicaban sobrenombres “melodiosos y románticos”.
Antonio Gutiérrez Pombo, conocido como “La rubia Petronila”, especializado en velorios, donde llegaba de luto y abrazaba a los deudos para robarles billeteras y alhajas.
Allí, por ejemplo, Julio Giménez se convertía en “La brisa de primavera”; Jesús Campos, en “La reina de la gracia”; Francisco Torres, en “La Venus”; y Saverio Romano, en “La sirena”, quien siempre actuaba en yunta con Antonio Baglietto (“Dora”). Ese romanticismo, no obstante, tenía sus excepciones, como en el caso de Angel Cessani, que de día era jefe de cuadrilla y por las noches atendía con el sugerente apodo de “La choricera” una sala de baile en Puente Alsina.
UNA PRINCESA AMBICIOSA
El más popular de estos personajes fue el español Luis Fernández, alias “La princesa de Borbón”. Alto, de rasgos agraciados, voz aflautada y grandes ojos, una crónica de aquel entonces agregaba que solía usar “un gran sombrero negro, adornado con una enorme pluma, que acentuaba el misterio de su rostro, en el que sólo sus ojos brillaban en un angustiado círculo violeta. El pie calzado admirablemente y la pierna torneada, apretada bajo una media negra con maravillosos calados, aparecía incitante, semidescubierta en una sugerente languidez muy femenina”.
El entonces célebre español Luis Fernández, conocido como “La princesa de Borbón”, de “calzado admirable y pierna torneada”, luciendo varios modelos y traje.
Fernández fue detenido no menos de 22 veces. La primera, en 1907, cuando sólo tenía 18 años. En una de esas oportunidades, explicó: “Frente a una mujer, el hombre se vuelve hipócrita. Aun el más apasionado galán esconde sentimientos verdaderos. La mayor de las pasiones, la más encantadora de las ternuras son disfraces de lo otro. Federico Nietzsche ya lo dijo en Así habló Zaratustra: ¡Ah, la perra sensualidad, cómo se arrastra mendigando un poquito de espíritu cuando se le niega un pedazo de carne! Y Nietzsche tenía razón. Nosotros, los hombres, cuando se nos niega obstinadamente el bocado que apetecemos y que ya creíamos conquistado, rectificamos invariablemente nuestra conducta. Y solicitamos en tono plañidero que se nos deje seguir viviendo la incorpórea ilusión del amor. Pues bien, lo que yo hago no es nada más que el fruto del conocimiento que tengo de mí mismo. La naturaleza me ha dotado de características físicas femeninas. Me dio una cara hermosa, unos ojos insinuantes, una voz dulce. Tengan ustedes la seguridad que de cien víctimas mías, sólo dos o tres se animarán a delatarme. Además de hipócrita, el hombre es orgulloso. El delatarme sería confesar que se ha equivocado. Nosotros, los hombres, tememos al ridículo en materia de amor más que a ningún otro. Y lo que yo hago es precisamente eso, burlarme del amor. Pero lo hago tomando, naturalmente, precauciones. Porque, de lo contrario, la víctima llegaría a ser yo. Y no del amor, sino de un balazo”.
Si bien su actividad se centró en Buenos Aires, otros lugares de Sudamérica también fueron testigos de sus aventuras. En Lima se hizo pasar por la hija de un millonario mexicano, hospedándose en un lujoso hotel, junto a otro travesti que le servía de ayudante: “La bella Otero”. Así fue como sedujo en una fiesta a un acaudalado ministro, a quien poco después logró sacarle un abultado cheque con la excusa de haber sido estafada por su administrador y para saldar algunas deudas por juego. Tras esperar en vano su regreso, el funcionario finalmente decidió notificar la desaparición de su amada. Sin embargo, cuando la policía dio con su paradero, su cómplice ya se había fugado de Perú con todo el dinero. Entonces, para evitar que el asunto pasara a mayores, se optó por embarcarla silenciosamente rumbo a Chile, donde “La princesa” también haría de las suyas.
Allí enamoró a un joven aristócrata, quien al enterarse de su real identidad no soportó las burlas y se suicidó. Y como broche, se mostró en el Club Social de la ciudad uruguaya de Rivera nada menos que de la mano del comisario. En cambio, por estos pagos, su mayor osadía fue un intento de estafa al Congreso Nacional, “solicitando una pensión como viuda de un guerrero del Paraguay”, tentativa que fracasó, según el periodista de Fray Mocho, al descubrirse “la falsedad de un documento firmado por Carlos Guido y Spano”.
También adquirió cierta fama como bailarina de importantes cafés-concert porteños, de Montevideo, Santiago de Chile y Río de Janeiro. Ya retirado, Fernández pasó apaciblemente el resto de su existencia en Buenos Aires, merced a la buena administración de los ahorros acumulados en su ajetreada juventud.
LA MUCAMA LADRONA
El verdadero nombre de “La bella Otero” era Culpino Alvarez, otro español que tomó su apodo de una cupletista gallega que se hizo famosa a fines del siglo XIX por sus romances con duques, príncipes y reyes, y por sus amoríos lésbicos con Isadora Duncan y Sidonie Colette.
Juan Montes y también Juan Montes, pero vestida como “La bella Noé”.
Bajo, lampiño, “de buena familia”, como solía decir, y ya independizado de “La princesa de Borbón”, Alvarez se dedicó a robar en casas de ricos, donde se empleaba de mucama. “Se apodera de tarjetas de señoras y señoritas –apuntaba De Soiza Reilly– y luego visita a mucha gente, a la que engaña con suscripciones y falsas campañas de beneficencia.” También trabajó de prostituta, de adivina en un conventillo de Jujuy 890 y secuestró niños para pedir rescate. Una vez, mientras intentaba quitarle la billetera a un transeúnte, recibió un tajo en la nariz. El hurto callejero no parece haber sido su fuerte, ya que esa modalidad lo llevó numerosas veces a las comisarías y estuvo preso seis meses en la Penitenciaría Federal.
Aunque menos ambicioso que su maestro, en un tiempo del que casi no quedan registros de la vida homosexual, “La bella Otero” se las ingenió como ningún otro travestido para que su historia llegara a nuestros días de su propio puño y letra. Y para eso, lo más curioso es que se valió del aparato estatal. Concretamente, de los Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, un compilado de los estudios que los higienistas Francisco de Veyga y José Ingenieros hacían de los lunfardos, vagabundos e “invertidos” que iban a parar al deplorable Depósito de Contraventores “24 de Noviembre”, así llamado por la calle en la que estaba ubicado.
Avido de figuración y dueño de una veta literaria, lo cierto es que Alvarez consiguió que De Veyga adjuntara a sus investigaciones varios de sus poemas eróticos y su risueña autobiografía. Material que le había regalado en 1903, y que Osvaldo Bazán reprodujo un siglo más tarde en su Historia de la homosexualidad en la Argentina, donde no hay referencias a la banda como tal, aunque sí a varios travestis que fueron “objeto de estudio”.
“Siempre me he creído mujer, y por eso visto de mujer –sostenía ‘La bella Otero’ en sus apuntes–. Me casé en Sevilla y tuve dos hijos (...) Mi esposo ha muerto y soy viuda (...) Muchos hombres jóvenes suelen ser descorteses conmigo. Pero ha de ser de ganas de estar conmigo, y ¿por qué no lo consiguen? Porque no puedo atender a todos mis adoradores (...) No quiero tener más hijos, pues me han hecho sufrir mucho los dolores de parto (... ) Soy una mujer a la que le gusta mucho el placer y por eso lo acepto bajo todas sus fases. Algunos dicen que soy muy viciosa, pero yo les he escrito el siguiente verso, que se lo digo siempre a todos: ‘Del Buen Retiro a la Alameda/ los gustos locos me vengo a hacer./ Muchachos míos téngalo tieso/ que con la mano gusto os daré. / Con paragüitas y cascabeles/ y hasta con guantes yo os las haré, / y si tu quieres, chinito mío,/ por darte gusto la embocaré./ Si con la boca yo te incomodo/ y por la espalda me quieres dar,/ no tengas miedo, chinito mío,/ no tengo pliegues ya por detrás. / Si con la boca yo te incomodo/ y por atrás me quieres amar,/ no tengas miedo, chinito mío,/ que pronto mucho vas a gozar’”.
Los escritos de De Veyga también aportan abundante data sobre este personaje, incluido el tamaño de su pene: “Merece señalarse la excesiva pequeñez de sus órganos sexuales, atribuida por el interesado a la más absoluta castidad”, ya que nunca tuvo relaciones con mujeres ni realizó la sodomía activa. El médico, que además era teniente general del Ejército, tampoco se privó de indagar en sus artes amatorias: “Además de ejercer la pederastia pasiva, practica el onanismo sobre sus clientes y no desdeña el ejercicio del coito bucal”, habilidad por la que era “alabado”. Y rozando la pornografía, remarcaba: “Contra el gusto dominante de los demás invertidos, prefiere hombres de edad a los jóvenes; explica su gusto porque los viejos prolongan el coito y le pagan puntualmente, mientras que los jóvenes lo practican rápidamente, y en lugar de pagar le exigen dinero o lo maltratan. Entre los viejos, prefiere los barrigones y peludos; barrigones porque la intromisión del pene es menor y toda la excitación se localiza en el esfínter; peludos porque le producen gratas cosquillas en la espalda y las regiones glúteas. Dice que el coito anal le provoca sensaciones sumamente voluptuosas; cuando lo practica con personas que le son simpáticas no defeca, para no desprenderse del esperma, cuya retención cree le conserva las ilusiones sexuales relacionadas con el acto realizado”.
Así de fantasioso y pícaro era “La bella Otero”, quien en su autobiografía también reveló que los Bosques de Palermo ya eran por entonces un ámbito propicio para el sexo al aire libre porque, a su entender, allí “el pasto es más estimulante que la mullida cama”.
EL RESTO
Estos ladrones vestidos de mujer tenían distintos orígenes, lo que reflejaba el cosmopolitismo de una Buenos Aires que hacía décadas no paraba de recibir diferentes inmigraciones. Así lo confirman algunos de sus sobrenombres. Por ejemplo, los de Juan Seya, alias “La tana”; José Estévez, “La gallega”; Hipólito Vázquez, “La madrileña”; Eduardo Lieste, “La inglesa”; y Arturo Magani, “La chilena” o “La bebé”. Inclusive el del negro Antonio Gutiérrez Pombo, conocido como “La rubia Petronila”, cuya especialidad eran los velorios, donde iba vestido de luto con el falso pretexto de haber asistido al fallecido y abrazar a los deudos, para hurtar billeteras, prendedores y aros, “zarzos” en la jerga delictiva.
Si de especialidades se trata, José Rodríguez González, apodado “La Morosini”, aprovechaba su trabajo de corista en un teatro nacional para robar en los camarines. Juan Montes, “La bella Noé”, se decía viuda de un coronel y desvalijaba a todo quien le ofrecía consuelo. Otros, en cambio, trabajaban en tranvías y trenes, donde robaban a pasajeros dormidos, hecho al que llamaban “tirarse al portrione”.
Aunque la policía nunca les dio respiro, no fue su proceder lo que logró acabar con estas “Evas hombrunas”, como los denominaba De Soiza Reilly, sino las nuevas modas europeas que gradualmente se atrevieron a mostrar las formas femeninas. ¿Pero cómo fue que pudo prosperar tamaña industria por casi dos décadas?, se preguntaba el periodista. A lo que el mismo se respondía: “La culpa es del progreso, que nos trae barro y oro”.

miércoles, 4 de julio de 2007

¿minoría sobredimensionada?

Tengo la impresión que la homosexualidad y el lesbianismo son minorías sobredimensionadas. ¿Qué significa eso? Lo de minorías no creo que necesite gran explicación. Somos, con toda la furia, un 20 % de la población, lo que quiere decir que hay otro 80% que patea para el otro lado. Lo de sobredimensionada es porque de un tiempo a esta parte la homosexualidad está en todas partes. En la ficción es omnipresente. Películas, series de televisión, libros, cada vez hay más personajes gays o lésbicos. Al mismo tiempo, se habla de una cultura gay, ligada a temas tales como la vestimenta, la música que se escucha, etc. Por otra parte, la reivindicación del matrimonio entre personas del mismo sexo genera enormes declaraciones de gente a favor y en contra. Esto hace que se presente el tema como enormemente trascendente, lo que hace suponer que detrás del tema existen muchas personas interesadas, cuando en realidad solo hay una minoría. Esto no quiere decir, en modo alguno, que no sea importante el tema. Lo que ocurre es que se plantea como LA revolución social de este principio de siglo o como EL acabose del matrimonio. En cualquiera de las dos formas, se esconde que el hecho solo le va a modificar la vida a una minoría. Y ni siquiera a una minoría, sino a una minoría dentro de una minoría. Así como existe heterosexuales solteros, va a seguir habiendo homosexuales con ganas de seguir siendo solteros, así que no va a ser la comunidad glttb que se va a beneficiar sino una parte. Además, seamos bastante serios...además de poder casarse hace falta encontrar con quien. Quienes luchan por el matrimonio gay dan por sentado este hecho, que yo, desde acá me atrevo a no dar por sentado.
Minoría sobredimensionada, decía. Es minoría porque cuando uno/a percibe el interés que el tema suscita, uno/a cree que hay muchos gays y lesbianas dando vueltas por ahí. Cuando uno/a sale a la vida real, hay muy pocos y eso crea un sentimiento de ¿por qué será? ¿seré yo que no los encuentro? cuando en realidad hay que aceptar que hay mucho ruido para poca gente.

viernes, 8 de junio de 2007

Dos historias victorianas

El otro día vi una película de 1984 llamada "Otro país" (Another Country). Es la historia de un chico de unos 17 años en una escuela inglesa de los años 30 (resabios de la época victoriana).
En la escuela, mientras todos están en el patio cantando una canción patriótica, un profesor encuentra a dos chicos en el vestuario. Unos días después, uno de ellos, ante el escándalo, se suicida y la escuela hace lo imposible para que no se sepa.
Esto afecta mucho al protagonista que es gay y que tuvo un par de relaciones con algunos de sus compañeros. Su ambición es llegar a ser director de la casa en la que está (los ingleses tienen esa mala costumbre de dividir a los alumnos de las grandes escuelas en 4 casas que compiten entre sí: el famoso divide y reinarás ya que al competir, los propios compañeros son los que se encargan de mantener el orde. Los más viejos son los que pueden dirigir la casa).
Al mismo tiempo, conoce a un chico de su edad de otra casa, con el que tiene relaciones (bahh caricias robadas a la noche).
Su único amigo es un alumno que se la pasa leyendo a Marx.
Estos dos chicos son parias para el resto: uno por gay y el otro por rojo, por eso se llevan bien entre los dos. Pero, a su vez, son odiados por los directores de la casa, sobre todo uno, el malo, que decide hacerle la vida imposible y descubre su relación homosexual y lo desenmascara con el resto de sus compañeros, impidéndole ser director de la casa al año siguiente.
El pobre chico, lleno de furia, se da cuenta de que nunca va a poder llegar a lo alto en la carrera diplomática que ambiciona porque se lo van a impedir por gay. Decide entonces hacerse espía de los rusos.
La película termina cuando, en los años 80, este tipo es viejo y vive en Rusia después de haber traicionado a su país.
La película es más o menos. Plentea el viejo tema bien homofóbico de la traición gay, la idea de que los gay pueden ser traidores porque son gays. Pero lo plantea desde otra perspectiva, desde la idea de que lo son porque son marginados y es una venganza sobre la sociedad que los condena a los puestos subalternos y utiliza la sexualidad como forma de poner obstáculos al ascenso social.
La verdad, después de ver la película, me queda la duda si es a favor de los gays o en contra. Por un lado, denuncia la homofobia, pero por el otro no deja de resaltar el esteriotipo del gay traidor que tanto se usó/usa.
La otra historia victoriana es Maurice, una novela de E. P. Foster, autor inglés de fines de la época victoriana, que cuenta la historia de Maurice, un joven que se da cuenta de que es gay en la sociedad victoriana. La historia es el proceso de aceptación de ese chico de su sexualidad y el encuentro con un amor verdadero. Es un libro bastante romanticón, pero es lindo. Es una especie de telenovela gay.
Lo bueno de este libro es que da una imagen linda de la homosexulidad.
Lo malo es que su autor, a pesar de que todos sabían que era gay, no publicó la novela en vida y solo se publicó en los años 70 (sí, leyeron bien, en los años 70) cuanto Foster ya estaba muerto. Si encuentro los párrafos lindos del libro, los copio.
Enfin, muestra que la vida gay y la sociedad victoriana da para bastante.

lunes, 28 de mayo de 2007

Confesión de un joven gay (tercera parte)

Para el que lee esto por primera vez, esta es la traducción de un libro de fines del siglo XIX que reproduce el testimonio de un joven gay de esa época. Para más detalles ver las dos primeras partes.

III- Juventud - Primeros actos.
Había adquirido un gran afecto por un magnífico joven que, desde hacía un tiempo, trabajaba en nuestros establos. Era realmente soberbio, joven y con finos bigotes marrones. Era de talla media, robusto y muy bien constituido. Le llevaba a escondidas cigarros que robaba de la caja de mi padre, e incluso tortas y dulces que no comía para dárselos. Era una buena persona que le gustaba hablar libremente pero que no se permitía ninguna confidencialidad. Un día en broma, le pedí que se desnudara, me retó y no quiso satisfacer mi pedido. Eso hizo que lo quisiera más aún y el deseo de verso, de aproximarme a él y de tocar su cara se volvió una idea fija.
Como no podía esperar nada de él, imaginaba que era su mujer y que de noche ponía mi almohada al lado mío y la besaba y mordía como si fuera una persona viva. Pensaba en ese lindo hombre tan robusto y fresco y me movía pensando que me acostaba con él. Quod faciens, fere invitus me subagitabam, et semen primum emisi.
Eso me asustó mucho y a pesar del placer que sentí, me prometí a mí mismo que nunca volvería a caer en tal error. Poco me duró esa promesa y al poco tiempo, caí en uno de los vicios más degradantes a los que podamos caer. Mi viva imaginación me generaba imagenes muy compalcientes y gozaba de este horrible placer, evocando las imagenes de hombres que me gustaban y con los que me hubiese gustado estar.
A pesar de ser delicado en apariencia, mi constitución era muy sólida y no sentía ninguna perturbación de las que hubiese podido matar a cualquier otro.
En aquel tiempo, los negocios de mi padre no funcionaban , y debimos salir de Italia e ir a Francia para conseguir nuevamente fortuna. Nos quedamos varios meses en París - que había ya visitado varios años antes. Una vida muy simple siguió a nuestra lujosa vida pasada, y puedo asegurarle que fue esa la época más triste de mi vida. El carácter de mi padre se había agriado; incluso en París sus negocios iban cada vez peor. Mi institutriz se fue por aquella época, y entré como externo a un pensionado parisino.
No soportaba las lecciones del colegio y, como tenía más tiempo para mi, por no tener la obligación de seguir los cursos regulares, declaré que no tenía ninguna vocación para la ingeniería, profesión a la que mi padre me quería destinar, y que deseaba estudiar pintura, ya que tenía bastante talento para el dibujo.
Con mi astucia y persuación, confencí a mi padre de que era mejor que dejara el colegio y me instalara en lo de un pintor, a lo del cual, por otra parte, solo iba cada tanto, porque prefería seguir caminando por París, visitar las galerías y los museos. A la mañana iba a lo del pintor, que vivía muy lejos de nuestra casa, y a la tarde me dedicaba a leer y dibujar.
Esta época fue bastante agradable pero el deseo de pertenecer a un hombre me seguía permanentemente y me sentía muy desdichado por pertenecer a un sexo que no era el mismo de mi alma.
Seguía en mi vicio solitario, que al poco tiempo no tuvo ningún atractivo para mí y que, con el tiempo abandoné ya que me empecé a cansar del cuerpo y el espíritu que no me ofrecían casi placer.
Después de varios meses de estadía en París volvimos a Italia, en donde mi padre siguió con sus negocios. Entré entonces en una Academia de Bellas Artes, pero no tenía ninguna pasión por el arte y solo iba para no ser forzado a hacer alguna otra cosa que, en el estado psiquico en el que me encontraba, me hubiese resultado repulsivo. Los muchachos a mi alrededor, en la Academia, me parecían horriblemente comunes e inobles; tenía feas manos y las mías eran las más lindas y cuidadas. Estaba, por otra parte, muy orgulloso de mi cuna, de mis viajes y de mi instrucción superior y no tenía ganas de mezclarme con gente tan común, casi todos hijos de carniceros o de comerciantes. En la actualidad, varios son agradables artistas y yo no hice ni un paso en el arte que elegí, es verdad que por capricho mío.
Era libre ya que no iba seguido a la escuela y pasaba gran parte de mi tiempo a meditar y leer. Fue en este tiempo que llevado por algunos de mis compañeros y primos de mi edad que entré por primera vez en una casa pública. Salí asqueado y triste. Las mujeres no me atraían y solo sentía repugnancia por ellas.
Una de ellas me beso y sentí un gran asco por esta asquerosa persona, al punto que me escapé de ella como pude y me fui lo más rápido posible, a la gran sorpresa de quienes me habían acompañado a ese lugar. Volví varias veces con el firme propósito de vencer mi repugnancia y hacer lo mismo que los otros, pero nunca lo logré. Quedaba helado ante las más ardientes caricias y sentía un horrible disgusto.
Uno de mis amigos, un joven libertino, quiso que asistiera un día a sus encuentros con una de estas mujeres, pero no pude vencer mi aversión y esta escena de lujuria me dejó totalmente frío.
Estos malos lugares me inspiran, sin embargo, una especie de atracción misteriosa y varias veces sentí envidia, no de los que van, sino de las que permanecen.
Me empecé a considerar un ser excepcional y fantástico, un ser a cuya fabricación la naturaleza se equivocó y que a pesar de reconocer el horror de su estado, nada puede hacer para remediarlo. Perdí el gusto por todo, mi alma triste y ensombrecida se abandonó a una tristesa rofunda, y me sentí totalmente abatido.
Me pasaba las mañanas y los días caminando en los parques y paseos, solitario, lleno de una gran tristesa, dudando de todo, de la Naturaleza, de Dios. Me preguntaba por qué había nacido en una condición tan miserable y qué crimen había cometido para ser castigado de una manera tan atroz.
Todos los que me rodeaban no se daban cuenta de nada y atribuían mi silencio y mi tristesa al mal carácter o a mi bizarría natural. Mi padre estaba muy absorbido por sus negocios y la reconstitución de su fortuna; mi madre pensaba en la casa y en las visitas y no era de naturaleza a preocuparse de los problemas del alma.
Mis hermanos estaban lejos. Me quedaba solo, presa de mis dolores y mis tristes pensamientos. Veía toda mi vida destruida por una horrible pasión...

lunes, 14 de mayo de 2007

¿qué es un gay?

Estaba leyendo en el suplento cultural de un diario, la reseña que varios autores hacen de los diarios de Bioy Casares sobre Borges que se publicaron hace sesi meses. Todos los autores coinciden en la inmensa amistad que unía a los dos grandes autores y que perduró durante cincuenta años. Pero la verdad, cuando lo leo veo una relación gay no declarada (a pesar de que los autores sean abiertamente homofóbicos...o tal vez por eso). Ojo, no quiero decir que fueran gay y que no se supiera públicamente, nada más lejos. Lo que quiero decir es que ese tipo de amistades demasiado exclusivas me parecen un tipo de relación de pareja no declarada.

¿hasta dónde llega la amistad y dónde empieza el amor?
Antes esta cuestión no se planteaba porque las estrictas reglas de la sociedad victoriana establecían que la amistad entre hombres y mujeres solo se podía dar si no había peligro de sexo, por ejemplo entre una respetable señora mayor y un joven de 20. Pero en los casos en los que había la posibilidad (aunque sea la posibilidad que esa obsecionada sociedad imaginaba) se vedaba la relación porque podía "comprometer a la señora".
Por el contrario, como se quería ignorar la homosexualidad, se incentivaba la amistad entre hombres. El caso paradigmático es el del club de caballeros inglés en donde solo entraban hombres o, incluso, la universidad (donde también).
En resumen, en esa sociedad la diferencia entre la relación y el amor estaba en el sexo de la persona. Pero, con el desarrollo de la sociedad esta distinción no pudo mantenerse desde que se permitió la amistad entre personas de diferentes sexos. El problema que se plantea es qué pasa con la amistad entre personas del mismo sexo. ¿podemos decir que es solo amistad o en los casos en que son demasiado amigos, hay que sospechar?
Por mi parte, sospecho y eso me obliga a aceptar que las relaciones gays pueden tomar diversas formas: puede ser una relación con sexo (al mejor estilo pareja paqui) o puede ser una relación en donde el sexo está sublimado (al mejor estilo amigos del alma).
Acá voy a decir una herejía por la que me podrían quemar si me agarraran: considero que la relación entre el Martin Fierro y Cruz es una relación gay. Vamos a los indicios: Cruz ve que Fierro está peleando con la policía y lo ayuda porque considera que está bien y los dos se escapan a territorio indio. Viven juntos en ese territorio y son amigos del alma (a pesar de las historias con indias de los protagonistas).
Pero en ese punto se plantea la cuestión de la amistad entre hombres ¿en qué grado es una simple amistad y en qué grado una relación de pareja que no quiere decir su nombre? La respuesta más evidente es que en los mismos casos en que le ocurre a los paquis...y entonces dejemos que ellos se encarguen de dilucidar el tema.

miércoles, 9 de mayo de 2007

Confesión de un joven gay (segunda parte)

Para el que no leyó la entrada anterior (que de todos modos pueden leer más abajo), le cuento que este texto que estoy traduciendo está sacado de un libro de fines del sigloXIX sobre la homosexualidad. Este libro tiene la particularidad de incluir un relato verdadero que recibió un famoso escritor (Emile Zola) de un joven de 23 años gay que le contaba su vida y sus aventuras. Es el único relato de primera mano sobre el tema y me parece interesante para ver como se vivía la homosexualidad en esa época.
Acá va la segunda parte.
Advierto que el pudoroso escritor del libro (no el del testimonio) consideró necesario que las partes interesantes (las de sexo) se tradujeran al latín, para no choquear a su público, y así el cretino, sucio y asqueroso homofóbico, nos dejó sin partes interesantes del libro. Si algun gay erudito sabe latín y tiene ganas puede traducir esas partes que están en cursiva. De todos modos, y sin querer hacerme el sabio, yo algunas palabras entendí. Por ejemplo, tengo muy buenas razones para pensar que entendí perfectamente la palabra "erectum" y "libidine".


II- Infancia – Primeras desviaciones.
A los cinco años, me mandaron a la escuela pero solo permanecí algunas semanas, hasta que el médico de la casa percibió que me volvía pálido y enfermo si permanecía mucho tiempo en los bancos de la escuela.
Cuando tenía siete años cambiamos de residencia y nos fuimos a vivir a Florencia. Los negocios de mi padre funcionaban magníficamente lo que nos permitió tener un magnífico coche, sirviente, y una linda casa en donde mi padre reunió todo lo bello y elegante que es posible imaginar. Se contrató una institutriz para mí y enseguida sentí una exaltada amistad para con esta señora que era muy distinguida y me quería mucho. La prefería mucho más que a mi madre, que estaba muy celosa y trataba en lo posible de separarme de ella, lo que no consiguió. A los siete años era tan encantador como había sido anteriormente, con una inteligencia que asombraba a todos los que se me acercaban. Tenía la mayor de las admiraciones por todo lo que era grande y bello y tenía una verdadera pasión por todas las bellas damas y las reinas de las que leía, con mi institutriz, la historia.
Tuve una violenta admiración por la Revolución Francesa y un día que encontré un resumen de la Historia de los Girondinos de Lamartine, devoré el libro en un par de horas. De noche soñaba y no dejaba de querer hablar de esta época grandiosa de la historia de Francia. María Antonieta, la Sra. Elizabeth, la princesa de Lamballe fueron mis grandes pasiones; me gustaban menos los héroes y las heroínas populares, al haber tenido siempre una admiración sin límites por las heroínas y las mujeres desgraciadas, vestidas de terciopelo y llevando abrigos de piel. Mi progreso en el estudio fue rápido, lo que sorprendió incluso a mis maestros por la rapidez con la que aprendía y concebía todas las cosas.
Era en aquel momento totalmente inocente y no sospechaba nada de nada. Iba mucho, con mi gobernanta a los museos y, a pesar de ser joven, me apasionaba por las artes, para las que tuve una gran simpatía. La vista de una obra maestra me sacudía violentamente y el estudio de la mitología, que me lo hicieron hacer frente a las obras maestras antiguas, me apasionó. Soñaba con los Héroes, Dioses, Diosas; la guerra de Troya me causó una gran impresión, pero, cosa extraña y que solo pensé más tarde, todos mis pensamientos y mis entusiasmos iban hacia los héroes antes que hacia las heroínas. Admiraba mucho a Elena, Venus y Andrómaca, pero mi gran amor, mi gran admiración era para Héctor, Aquiles y Paris, pero sobre todo para el primero. Me apasionaba por él y me imaginaba siendo Andrómaca, para poder tener en mis brazos el héroe BARDÉ de hierro y cuyas bellas formas atléticas, los bellos brazos desnudos y el casco alto me hacían pensar durante horas. Me acuerdo todavía de las dulces emociones de esas horas pasadas en los largos corredores del museo en donde veía tantos bellos héroes y dioses desnudos que mi imaginación amaba dándoles una voz imaginaria. Me quedaba horas enteras pensando en la felicidad de este mundo de mármol, tan perfecto, tan por encima de la realidad y no podía explicarme todo lo que sentía.
Ya entonces me gustaba la soledad y casi puedo decir que los juegos de los varones me asustaban. Mis hermanos eran muy grandes para ocuparse de mi, y, por otra parte, pasaban poco tiempo en casa. Nunca tuve demasiada simpatía por ellos. Mi hermano mayor era muy lindo, los dos otros lo eran menos, sobre todo el tercero que, con sus piernas cortas y sus largos brazos, era igual a la familia de mi madre que, gracias a Dios, vive lejos y que no quiero. Todos mis hermanos se encuentran en buena posición; tienen todos una familia y son muy felices, sobre todo los dos primeros. Me quedé solo en la casa paterna, lo que no me molesta mucho.
Continuaba entonces mis estudios pero de manera muy irregular. Estudié varias lenguas y devoraba todas las literaturas entusiasmándome por todo los que era bello y sobre todo poético. Los versos ejercían una gran influencia en mí. Sus cadencias me daban verdaderos escalofrío y aprendía de memoria largos monólogos y escenas enteras de mis tragedias preferidas. La música también me gustaba enormemente. Me sentía transportado por los lindos versos como por la buena música. Vivía realmente en un mundo ideal como un niño de diez años nunca lo imaginó en sueños. Me apasionaba siempre por las bellas heroínas de la historia y los poemas y los quería como amigas, ya que la mujer me pareció siempre un ser exquisito y encantador, tan lejos de lo terreno que lo pensaba como una divinidad.
Tuve entonces un gran fervor por la Virgen María, que consideré como el prototipo y modelo de todas las mujeres. Me interesaba participar de su Naturaleza Divina y pasaba varios meses en la mayor de las devociones, cosa extraordinaria dado que en nuestra casa todas las prácticas religiosas habían sido abolidas y nadie se ocupaba de ellas. Mi madre había conservado de su antigua religión el odio hacia las iglesias y la pompa religiosa, y era esto, sobre todo lo que me gustaba. Entonces cambié de gusto y, en lugar de Helena, las diosas y los héroes, me empezaron a gustar las Santas, las Vírgenes y los Mártires. Las paredes de mi habitación fueron cubiertas por pequeñas imágenes de santos y ángeles ante los cuales decía mis plegarias casi todas las horas. En el medio de mis clases pedía salir con cualquier excusa y corría a mi habitación para rezarle a la encantadora Madonna que consideraba como una hermana, como una amiga.
La devoción duró poco y, no sé cómo, desapareció de repente. Acuso siempre a una imagen de Santa Magdalena de Pazzi que tenía la mucama de mi madre y que me parecía tan horrible que no podía conservar la seriedad ante este pequeño monstruo. Desde entonces, mi admiración hacia las Vírgenes y las Santas desapareció y recaí en plena mitología. Casi me transformé en un idólatra y compre una estatuilla de Venus para quemarle incienso y llevarle un ramo todas las mañanas.
Desde hacía un tiempo sentía estremecerse en mí una nueva vida. No podía permanecer quieto y en mis fantasías se presentaban las más bellas imágenes que me mantenían despierto noches enteras. Leía todo lo que me caía bajo el brazo y devoraba las novelas clásicas que estaban en la biblioteca de mi padre. Esto me encendió y me volví tan apasionado, tan nervioso que todo el mundo se sintió maravillado. Hablaba a tontas y locas y en esta explosión de juventud pasaba de los más audaces pensamientos y de la exaltación más fuerte a tristezas y abatimientos sin causa aparente. Muchas veces lloraba solo y para consolarme me refugiaba en un mundo imaginario.
Mi pasión por los vestidos siempre estuvo presente y cuando estaba solo me instalaba frente al espejo de mi madre y me paseaba llevando tras mío las sábanas de mi cama o viejos chales cuyas caídas caían sobre mí. Siempre sentía el deseo de cubrirme con largos velos, y esta pasión, que no me había abandonado desde la tierna infancia, volvió con fuerza.
Un día, una amiga de mi madre me dijo bromeando que empezaban a notarse mis bigotes. Casi la estrangulo tanto esta insinuación me pareció insultante y la noticia me fue muy dolorosa. Corrí rápido hacia un espejo y me sentí mucho más tranquilo al ver mis bellos labios libres de ese asqueroso pelo que me asustaba tanto.
Me gustaba sentirme mujer, con la imaginación y la belleza que consideraba que tenía y las aventuras que imaginaba me hacían estremecer de placer.
A los trece años era todavía muy inocente y no sabía nada sobre la unión de los sexos y las diferencias que existen entre ellos. Esto parece extraño para un niño tan avanzado para su edad, pero juro que es verdad. Vivía demasiado para el corazón y la imaginación y amaba demasiado todo lo que era ideal para ver las cosas que estaban más cerca de mí.
Un niño, de unos quince años se encargó de poner fin a mi inocencia sobre este tema. Fue durante una estadía en una ciudad de baños a donde todos nuestro personal doméstico nos había seguido. Iba seguido a los establos a ver nuestros caballos y me gustaba jugar y charlar con un chico de mi edad con el cual me dejaban a veces correr en el gran jardín. En poco tiempo este chico me instruyó y me volvió tan sabio como él. Cuando supe como se hacían los bebés, me indigné y sentí un profundo asco de mis padres que no habían tenido vergüenza de hacerme de esta horrible manera.
Estas conversaciones terminaron por aburrirme terriblemente ya que si bien estaba dotado con una gran inteligencia, lo estaba menos en lo que la físico respecta y a los trece todavía no era un hombre.
Este chico se corrompió varias veces ante mí y, aunque estaba loco por imitarlo y sangre hirviendo circulaba por mis venas, no podía conseguirlo cuando estaba solo.
Al poco tiempo este chico fue echado y si bien no olvidé sus lecciones, no pensaba demasiado. Lo que sin embargo me extrañaba mucho es que siempre hablaba de acostarse con mujeres desnudas y hacerle lo que les hacían, mientras que yo no sentía ningún deseo de hacer eso y me parecía lo más natural acostarme con un hombre. Creía que era muy débil, muy lindo, muy delicado para dormir con mujeres, a las que me parecía mucho y, por otra parte, nunca hubiese tenido el coraje de hacerlo.
El hombre me pareció desde entonces mucho más lindo que la mujer, ya que admiraba en él una fuerza, un vigor de las formas, que no tenía y que me parecía que nunca iba a poseer. Siempre me había imaginado como una mujer y, desde entonces, todos mis deseos fueron de mujer.
En aquel entonces tenía algunos amigos y, sin darme cuenta, comencé a sentir una amistad exagerada hacia ellos. Sentía celos y, cuando me pasaban el brazo por la espalda, me estremecía. Mi gran alegría era darles prueba de mi afecto y hacer pequeños sacrificios por ellos. Me dolía su indiferencia y sus gustos ruidosos que diferían de los míos y me hubiese gustado que se ocuparan solo de mí.
Pero lo que sobre todo me atraían eran los hombres maduros, de treinta a cuarenta años. Admiraba sus bellas formas, sus voces graves que contrastaban de manera evidente con nuestras voces todavía infantiles. No me daba cuenta de lo que sentía pero hubiera dado todo lo que tenía por ser agarrado en sus brazos y juntar mi persona a las suyas.
Pasaba noches enteras soñando con estas cosas y pensando que eran reales. No sabía entonces hasta donde puede caer el vicio horrible que alimentaba sin saberlo y contra mi voluntad, y que en el futuro me volvió tan desdichado.
Un empleado que estaba desde hacía poco en nuestra casa, y que tenía una figura soberbia, con sus bigotes negros, atraía toda mi atención. Por medio de pequeños engaños de niño buscaba que hablara de cosas indecentes y él lo hacía gustoso. Lo quería mucho y deseaba que estuviera al lado mío cuando iba a cualquier lado. Me acompañaba a la noche a mi habitación en el segundo piso y se quedaba cerca de mí hasta que estuviera casi dormido. Le hacía hablar sobre sus amantes, sobre los malos lugares donde iba y, tanto me gustaba que me quedaba muchas horas después despierto y lleno de deseos de los que no me daba casi cuenta. Me hubiera gustado tenerlo acostado al lado mío, sentir su cuerpo rubio y respetuoso; me hubiera gustado besarlo y tenerlo cerca para darle y recibir placer. Mis deseos se detenían ahí y no pensaba que pudiera pasar algo más. Una noche, después de una larga conversación sobre nuestro tema favorito, y después de preguntarle sobre las cosas más indecentes, sentí de repente el deseo de conocerlo enteramente y sin vergüenza, en broma Eum rogavi ut mihi inguen suum ostenderet, ut viderem an tam ingens pulchrunque esset quam diceret. Primum noluit, sed, quum pollicitus sum nihil de com me dicturum esse, bracas aperuit illudque mihi ostendit erectum, quae qudem erectio ex verbis meis evenerat. Accésit ad tectulum in quo jaciebam libídine et pudore anhelans. Nunquam videram inguen adulti viri, et tam commotus fui ut ne verbum qudem proferre potuerim. Nescio que vi, que eupiditate innata impulsus, illud dextra prehendi, multunque fricabam, dicens : « Quam pulchrum est! Quam pulchrum” Furiosa cupidine ardebam ut aliquid facerem ex hoc inguine quod dextram totam implebat, acriterque eupiebam in corpore meo foramen esse quo in me posset introdu quod tam rehementer appetebam.
Al escuchar un ruido el empleado se cubrió enseguida y se retiró dejándome hirviendo en deseos que nunca antes había tenido y que no creí que pudieran existir. En el fondo, había ya una especie de desesperanza y la convicción de que no podría jamás gozar de lo que hubiese amado tanto.
La noche siguiente quise retomar la escena de la horrible noche, pero el hombre, aparentemente, temió alguna indiscreción y no quiso mostrar nada más. Yo estaba furioso.
Una noche este empleado fue descubierto y casi echado por mi padre ya que supo que casi todas las noches hacía entrar a sus mujeres a la casa.
Al enterarme de esto, y al enterarme que había cerca una persona que gozaba de él, al que yo tanto deseaba, lloré de rabia y maldije al cielo por no haberme hecho nacer mujer.
Al poco tiempo este hombre dejó de trabajar en casa y no me preocupó mucho. Era muy joven entonces y lo que me impresionaba, por más fuerte que fuera, no duraba demasiado.
Continuará.

jueves, 3 de mayo de 2007

Confesión de un joven gay

El texto que está acá abajo es una traducción de una parte de un libro del siglo XIX (publicado en 1896). El autor, Georges de Saint-Paul, decidió estudiar la homosexualidad. Para eso recavó la información existente en la época. El escritor Emile Zola (importante escritor francés de la segunda mitad del siglo XIX, que tuvo una importante participación en el famoso caso Dreyfus), cuando se enteró de que estaba investigando el tema, le prestó una carta que había recibido de un joven homosexual italiano. En esta carta, el chico de 23 años cuenta su experiencia en tanto gay. Es muy interesante esta carta porque es el único testimonio que conozco de una confesión sobre el tema en ese siglo. La gente no hablaba de la homosexualidad porque daba vergüenza y no se sabe qué pensaban del tema. Se piensa que lo vivían con culpa pero todos los testimonios sobre el tema eran de los no homosexuales, sobre todo de los médicos que los veían como enfermos. Entonces una carta en donde un gay dice como vive su homosexualidad, como se dio cuenta de que era gay, cuáles fueron sus primeras relaciones sexuales y como hacía para vivir su sexualidad en una sociedad que lo consideraba un infierno, todo esto no aparece en otra fuente que no sea esta. Me pareció interesante, entonces, traducirla para que se vea como era ser hay hace 150 años.
Como la carta es muy larga, la voy traduciendo de a poco. Esta primera parte, cuenta sobre la infancia y de este chico. Lo interesante de esta parte es que él mismo se ve como un enfermo. Era tanta la presión social y el discurso dominante que él solo se podía ver como un enfermo y expresar su dolor por esto. Pero al mismo tiempo, está diciendo dos cosas más bastante interesantes: por un lado, está rechazando la idea común en esa época de que la homosexualidad era el producto de una familia violenta, con taras herditarias o por la personalidad fuerte de la madre. En este caso, la familia es totalmente normal (bueno, todo lo normal que puede ser una familia con un padre bohemio que se patina la guita y no vive obsecionado con ella), demuestra que quiere a sus padres (más a su padre que a su madre) y sobre todo que no tiene una relación fuerte con su madre ni que ella era una persona dominante (qué bien le hubiese hecho a Freud leer este testimonio). Por otra parte, lo que el autor dice entre líneas es que el es gay de nacimiento, que no se dio cuenta después sino que era así de fábrica.
De todos modos hay que tener cuidado porque el chico está demasiado influido por las ideas de la época que asociaban la homosexualidad con la feminidad, o sea que decían que un homosexual es un hombre con espíritu de mujer. Esta idea está presente en el autor que quiere ver en el hecho de que le gustaba vestirse con polleras cuando era chico una muestra de su homosexualidad.
La introducción del autor, Saint-Georges, es interesante porque es un compendio de todos los prejuicios existentes en la época sobre el tema. Un tipo que decide estudiar el tema de la homosexualidad piensa que los gay son enfermos y monstruosos. De ahí en más todas sus conclusiones son falsas porque lo que él quiere demostrar es que la sociedad es normal y los gays son anormales (usa la palabra). De todos modos, el inconciente freudiano le jugó una mala pasada ya que le reprocha al gay generar "codicia" en la sociedad. La pregunta es ¿quién lo codicia al pobre chico? Ve como malo que genere codicia en los demás pero, yo y todos los lectores de este blog, lamentamos informarle que si alguien lo codicia es porque esa persona es también gay y que si esos gays lo codician no es culpa del pobre gay. Para decirlo en otras palabras es como si dijera de un negro "siendo negro, genera en la sociedad el deseo de pegarle, que mal el negro!!". Es absurdo pero permite medir todo el odio que existía contra los homosexuales.
Espero que les guste y a medida que vaya teniendo tiempo voy a ir traduciendo las otras partes (que son más interesantes).



SAINT-PAUL, Georges, Perversión y perversidad sexual. Una investigación médica sobre la inversión. Notas y documentos. La novela de un invertido nato. El proceso Wilde. La cura y la profilaxis de la inversión, París, Georges Carré, 1896.

Capítulo II: Observaciones tipo de un invertido nato femeniforme.
Una de las ventajas de una investigación psicológica es que ilumina algunos documentos perdidos en la oscuridad. Es cierto que no es totalmente el caso de la novela de un invertido nato. Desde hace tiempo, Emile Zola reconoció todo su valor. Apenas supo de mis investigaciones, me ofreció comunicármela. Acepté gustoso y lo publiqué en los Archivos de Antropología criminal y psicológica normal y patológica.
Esta confesión es sincera; es verdadera de una verdad que se siente en la emoción, las tristezas que, a veces, en el curso del relato, toma el tema de sentir una diformidad, casi una monstruosidad; de ser en el medio de la sociedad humana un ser anormal, inútil y peligroso por los ejemplos que provoca por las codicias que suscita. Sin duda, en ciertos momentos, cuando el recuerdo de los goces culpables reaparece en su imaginación, la pasión se impone y actúa. Pero, contrariamente a la mayoría de los documentos de esta naturaleza, esta confesión sólo encierra, en la ilustración de los malo instintos, lo que es indispensable conocer para tener del autor una idea precisa, para comprender sus sentimientos, sus necesidades, su voluntad y sus ideas, para, en una palabra, poder determinar su psicología. No abusa ni de los términos desubicados, ni de las ilustraciones licenciosas. De nacimiento aristocrático, al haber recibido una educación esmerada, refinado de instinto y viviendo en un medio delicado, sabe muy bien lo que debe al ilustre autor al que se confiesa, por tener un objetivo otro que el de pintarse tanto bien como mal, mostrando e investigando sus heridas, pero solamente para hacerlas conocer, y, por así decir de manera muy psicológica, por instantes solamente perturbado por los recuerdos que queman del pecado adorado y maldito.
Creí necesario poner en latín algunos pasajes; no era de ningún modo necesario en un libro sobre la inversión, pero lo hice por respeto hacia las personas no habituadas a los estudios médicos, a las manos de quienes podría llegar este documento.

La novela de un invertido nato (documento entregado por el Sr. Emile Zola).
I. Carta al Sr. Emile Zola – Antecedentes – Primera infancia.

Sr. Emile Zola,
Es a Ud. Señor, que es el más importante novelista de nuestro tiempo, y que, con el ojo del sabio y del artista, capta e ilustra con tal potencia todos los desvíos, todas las vergüenzas, todas las enfermedades que afligen a la humanidad, que entrego estos documentos humanos tan buscados por los letrados de nuestra época.
Esta confesión, que ningún director espiritual oyó nunca de mis labios, le mostrará una terrible enfermedad del alma, un caso raro – sino desgraciadamente único – que fue estudiado por sabios psicólogos, pero que hasta el presente ningún novelista se atrevió a poner en escena en una obra literaria. Balzac escribió la “Bella de los ojos de oro” pero solo entrevió el horrible vicio que aparece a esta historia. Sarrazine ama realmente a Zambonelle, pero lo cree mujer y deja de amarlo una vez descubierta la verdad. No es, entonces, el caso tan horrible del que le quiero hablar.
Ud. Mismo, Señor, en su admirable libro La Curée, apenas tocó, en la persona de Bautista, uno de los más terribles vicios que deshonran a la humanidad. Este hombre es despreciable, ya que la lujuria a la que se abandona no tiene nada que ver con el amor y es un asunto puramente material, una cuestión de conformación que los médicos observaron y describieron más de una vez. Todo esto es muy común y muy asqueroso y no tiene relación con la confesión que le envío y que puede tal vez servirle.
No soy francés – a pesar de que conozco las más importantes ciudades de Francia y que incluso viví un tiempo en París. Le escribo seguramente de manera muy incorrecta. Hace tiempo que no hablo ni escribo en este idioma; sepa Ud. disculpar las incorrecciones y las faltas que seguramente abundan en estas páginas.
No sé si Ud. conoce el italiano. Si hubiese podido escribirle en este idioma, me habría seguramente expresado mejor. No me interesa en lo más mínimo el estilo, sino que le diré simplemente lo que puede interesarle. A través de estas líneas, mal escritas, descubrirá con su ojo de águila y su corazón de artista, la herida de un alma que una fatalidad horrible parece perseguir, que tiene vergüenza de sí misma, y que, de hecho, sólo encontrará paz y alegría cuando descanse en esta Tierra que Ud. maravillosamente describió.

Tengo 23 años y nací en el seno de una familia con una fortuna importante e independiente. En este sentido, no puedo desear más. Mi padre es católico, se dice deísta, pero su religión se asemeja más a una suerte de panteísmo, lo cual no quiere aceptar. Mi madre es una judía conversa pero fiel a su religión, a pesar de que solo observa los principios prácticos. Soy el cuarto hijo nacido de este matrimonio. Mi padre es uno de los más bellos ancianos que se pueda imaginar. Una figura de patriarca que atrae la atención incluso en la calle. Fue maravillosamente bello en su juventud y lo es todavía a una edad bastante avanzada.
Nuestra familia es originaria de España, pero instalada desde hace siglos en Italia. Mi padre se casó a los 19 años. Mi madre tenía 18 y era mucho más rica que mi padre. Se amaron profundamente y todavía se quieren. Mi padre es de un temperamento muy impresionable y nervioso, artista hasta la médula; tuvo una vida bastante aventurada con altos y bajos considerables; pero, incluso en los momentos en que la fortuna parecía abandonarlo, no se dejó ganar por la desesperación y siempre volvió a tener fortuna. Siempre ganó mucho y gasto en consecuencia. Hace unos años hizo una gran fortuna en la Bolsa, pero también la perdió. Sin ser rico, actualmente se encuentra en buena posición, y puede rodearse del lujo que siempre amó. Recorrió varias capitales de Europa y su familia casi siempre lo siguió. Le atrae poco el mundo y lo frecuentó poco, fuera de sus relaciones comerciales. Ama apasionadamente el arte y le gusta rodearse de cosas bellas, de lindas estatuas y bellas pinturas. Incluso en las épocas en la que fortuna le sonreía poco, se pasaba de las cosas necesarias para comprar un lindo libro o un lindo gravado; lo que contrariaba considerablemente a mi madre, más ahorrativa por instinto de raza. Ama su familia con pasión y haría todos los sacrificios posibles para vernos felices y contentos, pero tiene sus días de malhumor, y entonces, cuidado con el que se acerque. Toma siempre resoluciones extremas sin pensar demasiado y esto le trajo unos cuantos problemas. Ha visto muchas cosas, viajó mucho, ganó mucho, gastó mucho. Ama apasionadamente la lectura y, desde que tenemos una residencia fija, si constituyó una hermosa biblioteca. Su inteligencia está muy desarrollada, su frente es magnífico, su talla es media pero parece muy grande. El Sr. Desbarolles, que consultó hace muchos años en París, le dijo que había nacido bajo la influencia de Júpiter y Venus y que haría nuevamente fortuna, lo que ocurrió.
Cultiva con bastante éxito la música y toca bastante bien el piano. Tuvo éxito en la interpretación de la melodía pero es rebelde en cuanto a la armonía. En su tiempo, se dedicaba también a la pintura al óleo y a la acuarela, pero ya no lo hace porque dice que apenas tocaba sus lápices y sus pinceles le iba mal en los asuntos económicos. Está muy orgulloso de su gran belleza y es muy cuidadoso con su gran barba y sus lindos cabellos plateados. Conserva un tierno recuerdo de su padre que, según todos los que lo conocieron, era uno de los más hermosos hombres de su tiempo y se hacía amar y respetar por todos aquellos que lo conocían. Se murió bastante joven de un problema cardíaco.
Mi madre fue muy linda en su juventud, a pesar de salir de una familia muy fea y vulgar. Siempre tuvo poca inteligencia y le reprocho a mi padre el haberse aliado con una familia tan fea y poco distinguida. Me dice que era muy joven entonces y no comprendía realmente la importancia que hay que darle al matrimonio.
Al ver a mi madre que, a sus cincuenta años tiene todavía una linda forma, a pesar de que su figura se haya arruinado, pienso siempre a su personaje de Ángeles de la Curée. Es la misma dulzura, la misma falta de energía, una sorprendente debilidad de carácter; -- no puede leer una simple anécdota sentimental sin llorar; tiene poca memoria y lo único que la salva es su enorme bondad. Sin embargo, en ciertos asuntos se muestra particularmente voluntariosa y nadie puede sacarle de la cabeza lo que decidió. Siempre pienso que es una de las cualidades o uno de los defectos inherentes a la raza de la que desciende y a la cual no le tengo ninguna simpatía, e incluso una secreta repulsión. Amo, sin embargo a mi madre, pero en mi imaginación la deseo diferente – sentimiento que lamento mucho y que me reprocho siempre.
Nací diez años después de mi anterior hermano y cuando el mayor tenía catorce años. Mi nacimiento desoló a mi madre que esperaba que, después de tres varones, tendría una niña. Era, sin embargo, lindo y simpático como una nena, y siempre me cuentan que aquellos que me veían en los brazos de mi madre, con mis hermosos rizos dorados y mis lindos ojos azules, decían: “pero no es posible que sea un varón”.
Cada vez que me ve, mi niñera me dice que las mujeres que conocía me habían apodado la pequeña madona por ser tan simpático y delicado. Tengo un retrato mío a los dos años y puedo asegurarle que no existe un niño más lindo.
Toda la familia estaba orgullosa de mí, sobre todo mi madre. Mi inteligencia se desarrolló muy temprano y fui considerado como un prodigio. Estaba solo en casa, ya que mis hermanos estaban en pensión en una ciudad vecina; estaba muy orgulloso de mi encanto y, incluso tan chiquito, me llenaba de placer al escuchar hablar sobre mi belleza. Todavía me acuerdo el ronroneo de alegría y placer que recorría toda mi pequeña persona cuando salía con mi pequeño traje de azul bien atado con nudos azules y mi sombrero de campesino.
Cuando tuve 14 años me sacaron mis vestidos para ponerme pantalones y pequeñas camisas. Cuando me vistieron de hombre sentí una gran vergüenza, y me acuerdo como si fuera hoy, que me escondí para llorar en el cuarto de la sirvienta que tuvo que volver a vestirme de mujer. Siempre se ríen cuando recuerdan mis gritos de desesperación cuando vi que me sacaban mis pequeños vestidos blancos que eran mi alegría.
Me parecía que me sacaban algo que estaba destinado a llevar siempre. Fue mi primer gran dolor.

lunes, 30 de abril de 2007

Reinterpretación

Hace un par de semanas subí una postal que me gusta mucho con el título de "Al infierno irán". Era de una fachada de una Catedral y representaba al demonio llevando a la gente condenada al infierno, que era representado por una olla en donde los cocinaban (los hervían para ser más exacto).
Decía ahí que me gustaba porque los condenados eran quienes tenían el poder (reyes y clérigos) y que era una manera de burlarse del autor de la obra que les recordaba que por más poder que tuvieran podían terminar mal. Lo interesante es que no lo podían castigar por su obra porque era lo mismo que decía la Iglesia en la época. Claro que el individuo les decía a los propios miembros de la Iglesia eso que éstos decía al resto del mundo. En otras palabras, la Iglesia decía que los poderosos podían ir al infierno a pesar de ser poderosos y el artista les decía que ellos también podían terminar en la olla.
Pero el otro día, mientras me bañaba (momento solemne) me di cuenta de que había algo más que había pasado por alto y era lo que me interesaba de la obra. El demonio es una loca mal. Si ven la foto (que está acá abajo) pueden ver que esta en bolas y con la cola hacia afuera. En otras palabras, el demonio era bien gay. Y me di cuenta de que era eso lo interesante. El demonio es gay (no se aleja demasiado de la imagen actual de la Iglesia) pero ese gay es el que tiene el poder y los castiga a esos mismos que lo castigaban por ser gay.
Lindo....

lunes, 16 de abril de 2007

Ingrid la malvada lesbiana

El fin de semana estuve viendo un clásico del cine italiano: "Roma, Ciudad abierta". La película es muy buena y conserva (a pesar de que fue estrenada en 1946) el impacto que debe haber tenido cuando se estrenó. La protagonista, Anna Magnani, es una mujer fuerte y fue, después de esa película, un ícono gay durante los 20 años siguientes, al punto que dos grandes directores gays, Passolini y Zeffirelli, le hicieron películas a su tamaño.
Pero bueno, volviendo a la película, si bien repito que es una muy buena película, tiene su costadito homofóbico...
La pelicula transcurre durante la ocupación alemana de Roma. Los fascistas gobernaron Italia desde la Marcha de Roma de 1922. Durante ese período la oposición fue silenciada (exilada, arrestada, confinada a pequeñas ciudades). Los únicos que pudieron seguir oponiéndose fueron los comunistas que tenían el apoyo de la Unión Soviética. Durante la Segunda Guerra, lograron hacer caer a Mussolinni (y colgarlo junto a su amante en 1943) pero los alemanes tomaron Roma y se mantuvieron gracias al apoyo de los fascistas que quedaban.
Bueno, en este contexto empieza la película, cuando un grupo de fascistas, comandado por los nazis, van a buscar a un alto dirigente comunista a su casa. Como los ve llegar, el dirigente se escapa por la terraza y se va a esconder a la casa de Pina (Anna Magnani) y Francesco. Ella tiene un hijo, está esperando otro y está organizando su boda para el día siguiente. Es ahí en donde, al día siguiente, van los fascistas a buscar al dirigente comunista y lo agarran junto con Francesco. Pina los corre cuando se los están llevando pero le disparan y la matan.
De todos modos, logran escaparse y se esconden en lo de Marina, una antigua novia del dirigente comunista. Pero resulta que la chica es drogadicta y su dealer es una de las dirigentes alemanas de la ocupación que aprovecha para tener relaciones con ella: Ingrid. Las relaciones entre las dos se sugieren: en un momento Ingrid la abraza y se miran las dos al espejo.
Para escapar de la miseria y por la droga, Marina denuncia a su ex novio y lo atrapan y lo torturan. Como agradecimiento por su ayuda Ingrid le da a Marina un sobretodo y la droga. En un momento, Marina pasa por donde están torturando, mira y ve a su ex novio muerto lo que la horroriza y se desmaya. Ingrid, sin inmutarse, retoma el sobretodo que tiene puesto Marina y dice que lo va a poder volver a usar.
Esta película es interesante porque fue hecha en 1946, justo del fin de la Guerra. En la película la imagen de la lesbiana es muy característica: es fría, malvada y no tiene hijos. Se contrapone a la figura de Pina, que es pasional, buena, católica, se quiere casar, es madre y heterosexual. Es interesnte esta contraposición porque considera al lesbianismo como un atentado a los pilares básicos de la sociedad, la maternidad y el matrimonio.
Hay una asociación entre enemigo político y enemigo sexual. La alemana es lesbiana, las italianas son heterosexuales. Si hay una mujer que se hace lesbiana solo es por la droga y por el dinero.
Además Ingrid es una mala-mala. No hay ninguna complejidad en el personaje, sino que es mala en todo lo que hace. Por un lado, se "aprovecha" de una mujer que le tiene miedo a la miseria (Marina) y que es drogadependiente. La necesidad de plata y droga la hace dependiente del enemigo que la maneja. El mensaje es bastante claro: si la mujer no se dedica al matrimonio y a la maternidad, cae en la infamia que la puede llevar a cooperar con el enemigo.
Pero, por otro lado, Ingrid, en la película, no es capaz de querer. Cuando Marina se desmaya, lo único que hace es recuperar el sobretodo que le había regalado y ni siquiera se preocupa por la chica.
Es interesante en síntesis esta asociación entre el enemigo político y la lesbiana que se caracteriza por no querer a nadie, por no tener religión ni querer tener hijos. Lo curioso de todo esto es que la imagen de la lesbiana es la que existía en la época sobre los hombres gays, los que se pensaban que explotaban la debilidad de los jóvenes pobres para saciar sus bajos instintos (por supuesto nada decía la sociedad de entonces sobre los hombres que saciaban sus bajo instintos en las prostitutas que tenían hambre).
Es bueno tomar en cuenta este tipo de expresiones porque muchas de las imágenes que vehiculan todavía están flotando en el aire y son contra ellas contra las que hay que luchar.

miércoles, 11 de abril de 2007

Al infierno irán


Esta imagen me encanta. Es una foto tomada de la Catedral de Reims (Francia) de la fachada norte y representa una escultura del siglo XIII. El título de la escultura es "los condenados encadenados que son llevados al infierno".
En el la Edad Media (cuando se hizo esta Catedral) las iglesias eran la principal construcción y por eso ahí trabajaban los mejores artistas de la época. Se elevaban las catedrales con imágenes en las paredes de santos y esenas de la vida religiosa. Pero estos artistas muchas veces eran unos contestatarios (¡¡Dios los perdone!! ;-) que creaban lo que se les daba la gana. Este es uno de los casos.
La imagen representa a varias personas encadenadas llendo al infierno. El infierno es esa olla que está a la derecha en donde los ponen a cocinar. Los que están dentro de las cadenas como ganado son los que están condenados. No sé si notan que el primer condenado es un rey (porque tiene una corona) y el segundo es un papa, el tercero un monje y la cuarta una reina y atrás de todo va un usurero que está representado con una bolsa de dinero en el cuello. A este buen hombre, que le pagaba la Iglesia para realizar sus esculturas, muchas veces con donaciones de la Corona, les estaba diciendo que ellos eran los primeros que se iban a ir al infierno.
Alguno se estará preguntando por qué no lo mandaron al infierno al escultor. Bueno, yo creo que tiene que ver con que el mensaje no le debía caer demasiado bien a los curas pero era coherente con la época en que se decía que los ricos y poderosos eran igual a los mortales frente al juicio final. En otras palabras, les daba en en quinto forro a los que pagaban la construcción pero no podían decir nada porque no podían oponerse a ese mensaje.
La gran pregunta es por qué esta imagen está en un blog gay. En realidad la puse porque es una obra gay friendly. Los que van al infierno no son los gays, sino los religiosos, que son actualmente los que consideran la sexualidad gay como una enfermedad y los que, según la mayoría de las religiones, son los condenados al "fuego eterno". Enfin, es lindo ver a quienes nos quieren mandar al infierno dar un paseo por aquella zona.

Montesquieu.

El texto siguiente es extraído del Libro XII, Capítulo XIV de El Espíritu de las Leyes de Montesquieu. Es un clásico de la ciencia política que sentó las bases de la división de poderes. Sin embargo, ya está presente (en la Francia del siglo XVII) ideas que van a permanecer largo tiempo sobre la homosexualidad.

Texto (en cursiva) y comentarios (en azul):
Del crimen contra natura
No permita Dios que yo intente disminuir el horror que se siente contra semejante crimen, castigado por la religión, por la moral y por la política. Habría que proscribirlo, aunque no hiciera más que darle a un sexo las debilidades del otro y preparar una vejez infame por una juventud ignominiosa (ya aparece en este texto dos de los tópicos con los que se va a perseguir socialmente a la homosexualidad: por un lado, la idea de que los gays lo hacen de puro perversos que son y que la homosexualidad lleva a la soledad) . Lo que voy a decir le dejará todas sus manchas, no atenuará su afrenta, pues sólo va contra la tiranía que puede abusar hasta del horror que inspira.
Como por su índole es este crimen oculto, ha sucedido con frecuencia que lo hayan castigado los legisladores por la simple deposición de un niño: esto es abrir una ancha puerta a la calumnia. Justino, nos dice Procopio (1), dictó una ley contra este crimen; hizo buscar no sólo a los que fueran culpables desde la promulgación de la ley, sino desde antes de ella, dándole efecto retroactivo. La declaración de un testigo, a veces de un esclavo, era lo bastante, sobre todo contra los ricos, y contra los que pertenecían a la facción de los verdes (2).
Es singular que entre nosotros, aquí donde la magia, la herejía, y el crimen contra natura son tres cosas de las que podría probarse: de la primera que no existe, de la segunda que se presta a un gran número de distinciones, interpretaciones y limitaciones; de la tercera, el crimen contra natura, que es a menudo obscuro; es singular, repito, que los tres hayan sido castigados con la pena del fuego (quemen a los putos, es el mensaje).
Diré que el crimen contra natura nunca se propagará excesivamente en una sociedad, si el pueblo no es arrastrado a él por alguna causa, como sucedía entre los Griegos, que hacían todos sus ejercicios enteramente desnudos (argumento muy gracioso, los griegos eran gays porque se entrenaban desnudos; aunque claro, seguramente alguien va a argumentar que el pobre Montesquieu tenía un fondo de verdad, que el deporte lleva al sexo y sino pregúntenle a varias personas que van a hacer ejercicio (en el más amplio sentido de la palabra) a los gimnacios); como entre nosotros, donde la educación doméstica se halla en desuso; como entre los Asiáticos, donde hay personajes que tienen muchas mujeres, y las desprecian, en tanto que otros no poseen ninguna (tradicional argumento que con el tiempo sería retomado por la sutil clase media argentina que piensa que la falta de mujeres lleva a la homosexualidad. Pero sobre todo es interesante porque ahora se usa contra las tortas de las que se dice que si lo son es porque no tuvieron una buena cogida masculina, enfin..). Que no se prepare con excitaciones este crimen, que se le proscriba por medio de una policía rigurosa, como todos los ataques a la moral, y se verá que la naturaleza tarda poco en defender sus derechos o en recuperarlos (argumento gracioso ya que puede ser usado en dos sentidos diferentes: por un lado, se puede decir que si se reprime todos se vuelven heterosexuales, pero al mismo tiempo se puede decir que si se reprime la naturaleza gay sale a la luz). La dulce, amable y encantadora naturaleza ha esparcido sus placeres con liberalidad; Y al colmarnos de delicias, nos da hijos en los que renacemos y satisfacciones más intensas que esas mismas delicias.
Notas
(1) Historia secreta.
(2) Véanse las Consideraciones sobre la grandeza y decadencia de los Romanos, cap. XX.

lunes, 9 de abril de 2007

Virginia y Sarah


Virginia.
Estoy leyendo Una habitación propia de Virginia Woolf. Hace un tiempo me enteré que era un clásico de la literatura feminista. La autora fue invitada a dar una conferencia sobre mujeres y novela. Ante su auditorio defiende la tesis de que lo que les faltó a muchas mujeres para poder escribir es una habitación propia. Dicho así suena tonto pero el desarrollo del tema es muy interesante.

En la tapa del libro tiene esta foto y me parece muy bien sacada. Me gusta la mirada perdida de la autora, la nitidez de los rasgos y la seriedad de la cara. Despúes me enteré que la autora se mató a los 60 años. Supe también que fue una editora importante que publicó libros como los de Freud.

Pero sobre todo es la muestra del destino de las mujeres en la sociedad victoriana. Tenían que vivir a la sombra de los hombres, debían ser esposas, madres y limitarse a bordar (sino lean las novelas de Jane Austen). Para Virginia Woolf debe haber sido muy traumatica esta situación porque venía de una familia con mucha plata y estuvo en contacto desde muy chica con la intelectualidad inglesa de su época, época en que Inglaterra era el centro del mundo. Además era una mujer inteligente, así que podía aprovechar el contacto con la cultura. Si además le sumamos que era lesbiana, ya el combo era demasiado. En cierta manera no le fue demasiado mal porque vivió bien y fue reconocida en vida pero finalmente terminó suicidándose.
Image:VirginiaWoolf.jpg



Primer día

El crear un blog exige una cierta justificación. ¿Por qué añadir una página más al universo de internet? ¿Se justifica, además de la cuestión puramente ególatra, la creación de una nueva página?
La verdad no tengo respuestas a estas intrincadas cuestiones. Lo único que puedo comentar es por qué yo decido crear un blog.
Este blog nace de una enorme insatisfacción frente a la "cuestión gay-lésbica". Miles de páginas ligadas existen de las cuales un 90% tienen por objetivo el compartir sexo...sí, sí, yo sé que el sexo está bueno, incluso está muy bueno y es interesante, pero no tanto como para dedicarle la casi totalidad de las páginas de internet.
Y entonces decidí buscar blogs que no fueran puramente sexuales. Los encontré, pero estaban dedicados a la vida cotidiana de muchas personas. Ahí me enteré que un juan estaba enamorado de un pedro y que una maría estaba enamorada de una juana y que un mario sufría por un juan al tiempo que un ignacio re quería a su amiga del alma y mostraba orgulloso las fotos que probaban su amor. Estas cuestiones, ciertamente de gran importancia, no eran tampoco lo que buscaba en el universo de internet. Y lo que buscaba no lo encontré... Es probable que no haya encontrado porque no busqué bien, pero no es de descartar que no lo haya encontrado porque no existe.
Seguramente, dirán uds. que si no existe es porque a nadie le interesa. Y contra esta objeción nada puedo hacer... ya que es enteramente cierta. Pero, como buen empirista decidí que lo mejor era hacer una prueba ver qué daba.
La cuestión ahora es saber qué es lo que buscaba y que no existía en internet. Lo que busco es un blog poder encontrar las diferentes cuestiones que generan los gays y las lesbianas. En donde se pueda compartir informaciones sobre la cuestión.
Muchas veces leo un libro y aparece un párrafo dedicado a la cuestión gay-lésbica. Estaría interesante compartirlo con los demás.
Saludos.